La primera vez que oí hablar de Arkaim no daba crédito a lo que leía. Una ciudad perdida en los montes Urales donde se explicaba, en las noticias que circulan por Internet, sobre lo singular de este paraje, muy similar a Stonehenge, y en donde se habían recuperado restos de algo caído de los cielos. No muy lejos de allí, una cueva dice acoger las tallas de piedra de dioses que bajaron de las nubes.
Una vez más ese lugar debía verlo con mis propios ojos, una vez más me debía desplazar hacia la zona para verificar un situ aquello de cierto en esta historia. ¿Pero por dónde comenzar? Además estaba el problema del idioma, porque los rusos hablan ruso. Muchos creemos, erróneamente, que con el inglés nos basta para viajar; pero los rusos de los pueblos soviéticos sólo conocen su lengua.
Coincidiendo con una estancia que tenemos que realizar en Polonia, para asistir a la boda de un gran amigo en Poznan, la quinta ciudad más importante de este país, tal vez fuera un buen punto de partida.
Desde Poznan, aparte, se puede ir a visitar el poblado de Biskupin, un emplazamiento arqueológico de un poblado Grod de la Edad de Hierro, perteneciente a la Cultura Lusaciana; un poblado fortificado de 100 casas y 11 calles, con cajas de troncos de 3,5 metros que la rodean. 450 metros de largo en 8.000 metros cuadrados.
Por fortuna, hemos podido hacer una reserva para finales de julio, desde Poznan a Moscú, pasando por escalas en Varsovia (la capital del país) y Kiev (capital de Ucrania). Los viajes hasta Moscú suelen ser caros, pero los que transcurren por la antigua Unión Soviética son bastante baratos.
Después de una noche en Sheremetyevo, el aeropuerto base de la línea aérea Aeroflot, toca saltar de nuevo en el mapa, para dirigirse en avión hacia Magnitogorsk, la ciudad perteneciente al óblast de Cheliábinsk, en los Montes Urales, donde se construyeron muchísimos de los tanques soviéticos usados durante la Segunda Guerra Mundial.
Encajar todos estos vuelos con sus escalas no ha sido nada fácil. Conseguir no sólo los trayectos en avión a precios interesantes, sino el visado turístico, la invitación o Visa Tourist (expedido en teoría por el mismo hotel donde te alojas), y el seguro médico para moverse por Rusia, no es sencillo. Por fortuna, en este país todo funciona con dólares o euros. Por Internet es sencillo obtener una de estas invitaciones, pues hay empresas especializadas en enviártelas por menos de 30 euros y en el plazo de un mes. Lo que sí es conveniente es registrarse en el hotel donde te alojas, a veces con una comisión añadida, ya que en todo momento debes indicar dónde te encuentras para evitarte problemas con los controles policiales; evitando así que te expulsen del país.
El curso acelerado de ruso en el Centro Pushkin de Barcelona va a resultar providencial, ya que desde Magnitogorsk hay que llegarse hasta el único albergue próximo a Arkaim, en taxi y a altas horas de la noche.
Dos son las semanas que permaneceremos en Arkaim y sus alrededores antes de regresar de nuevo a Moscú para alojarse dos días más en esta ciudad, donde partiremos al final hacia Barcelona.
Arkaim está integrada en la llamada cultura aria de hace 4.800 años. Lo descubierto hasta ahora menciona que conocían el bronce. Los arios “proto indoeuropeos”, de los Urales rusos son descritos por el arqueólogo del museo Arkaim, Guennadi Zdanovich como un pueblo tranquilo, gentil, como lo dice su nombre, buenos ingenieros que observaban el sol y la luna, y por tener elevados conocimientos del cosmos.
Lo extraño de Arkaim es su observatorio astronómico circular construido antes de las famosas pirámides de Egipto (según la cronología oficial) y que no hay protoescritura por parte alguna, al menos en teoría. Arkaim se ubica en los montes Urales, a 8,2 kilómetros al noroeste de Amurski, y a 2,3 kilómetros al suroeste de Alexandrowski, ambos pueblos de Rusia. Fue inaugurado en el verano de 1987, y en 1991 fue declarado territorio protegido, gracias a lo cual se salvó de ser una zona inundada por las represas de agua. Sus asentamientos ocupan unos 25 kilómetros, con una organización en círculos muy inteligente. Los círculos de construcciones son de unos 170 metros de diámetro. Hay casas entre los círculos y dentro de los círculos.
Las construcciones eran de adobe con cornisas de madera. Los muros reforzados con ladrillos de arcilla de material incombustible de unos 5 metros de espesor y unos 8 metros de alto, tipo fortaleza.
El asentamiento era circundado de un foso de agua protector de unos dos metros de profundidad y había cuatro entradas siendo la principal hacia el oeste.
En su interior se encontraron hornos industriales, laboratorios artesanales, sistemas de comunicación y ventilación, así como espacios para ritos sagrados.
La construcción se estructura en dos anillos, uno interno y otro externo, entre los cuales hay una calle circular que da a la plaza central. El anillo externo tiene entre 39 a 40 habitaciones. El anillo interno a su vez fue construido con 27 habitaciones con puertas hacia la plaza central y mide unos 25 a 27 metros. La parte central era para rituales e incluía un canal cubierto. Cada una de las habitaciones incluía un sofisticado sistema de ventilación.
Según la investigación llevada a cabo por el arqueólogo Konstantin Bystrushkin, las pistas de Arkaim señalan 18 eventos astronómicos. Estos incluyen los atardeceres y amaneceres en los días del equinoccio y solsticio, así como los atardeceres y amaneceres de la Luna Llena y Nueva.
Se comenta que 2.500 personas habitaron esta ciudad y, curiosamente, hay signos de la esvástica por todas partes.
Al margen de los datos prehistóricos, los amantes del misterio comentan que ésta es una de las zonas de Rusia donde más objetos luminosos se aprecian en el cielo nocturno. Los peregrinos vienen aquí durante todo el año para conseguir un poco de agua que cura, desde el río Bolshaya Karaganka, y en el verano se cubren con arcilla. Dicen que ayuda a tratar las enfermedades de la piel.
Las montañas que rodean la fortaleza son también inusuales. La más famosa es Shamanka (traducido del ruso como “montaña negra”). Se dice que la gente sube a su cima para reponer energías positivas, rezar o meditar. Las personas en situación médica grave van a la montaña para sanar. ¿Qué demonios puede haber allí para que se desplacen? Según se comenta, importantes niveles de radiación.
El crecimiento de los árboles en la montaña Grachinaya es inaudito. Al parecer los troncos de abedul se encuentran retorcidos y muchos de ellos quemados. Dicen que la gente no puede permanecer allí por mucho tiempo, pues regresan a sus casas con grandes quemaduras en su piel y trastornos de ubicación. ¿Qué ocurrió allí? Tampoco se sabe demasiado, salvo que según algunos es otro de esos lugares donde se repitió un fenómeno parecido al de Tungunska. ¡Algo cayó del cielo!
Una civilización prehistórica avanzada, coetánea de la sumeria, con extraños signos como la esvástica, en muchas de sus casas; una montaña que desprende radiación; árboles retorcidos y quemados por la caída de un meteorito o vete tú a saber; luces que aparecen en cielo nocturno; centro energético y espiritual para los habitantes de la zona… y cueva, la de Kapova, en Bashkiria, otro de esos sitios plagados de pinturas rupestres de hace 15.000 años con extraños dioses de ojos almendrados y caras alargadas, tallados en piedra.
En cualquier caso, parece que se hace más que del todo necesario estar allí presentes. Un mes fuera de casa, en la Rusia de los Urales bien merecerá la pena, por cuanto son pocos, por no decir ninguno, los investigadores del misterio que se han acercado hasta esta zona. Comentaré todo ello a mi regreso, en este mismo blog, y en revistas como AÑO CERO y ENIGMAS.
(Continuará)
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