A raíz del artículo sobre la virgen de Guadalupe no son pocas las personas que se han puesto en contacto conmigo, poniendo el grito en el cielo. En todos los casos se trataba de católicos exaltados, oriundos de México.
Pese a lo polémico de mis palabras y soy consciente de ello, todavía me sorprende ver como la religión que trajeron los conquistadores españoles, a sangre y espada, ha cobrado tal fuerza en el Nuevo Mundo. Es una lástima que muchos de estos pueblos perdieran a sus dioses, mucho más reales que toda la nueva horda de vírgenes con misterios y supuestos milagros.
Entre todos los mensajes recibidos voy a ir aclarando algunas dudas, con las que todavía pretenden aferrarse con uñas y dientes, los fanáticos de la Virgen de Guadalupe. Las preguntas son reales y textuales.
¿Por qué no mencionas nada de los continuos atentados que han intentado, en vano, destruir a la virgen?
El 14 de Noviembre de 1921 había tenido lugar una ceremonia en la Basílica de Guadalupe, con motivo de la toma de posesión de una prebenda en el coro por el presbítero Antonio Castañeda. Terminado el acto, el sacristán pasó unos momentos al presbiterio, llamado por los canónigos del santuario.
En ese momento, de un grupo de obreros que estaban en el templo, se adelantó un individuo pelirrojo, vestido con un overol azul nuevo, a colocar rápidamente un ramo de flores ante la imagen original de Nuestra Señora de Guadalupe. Bajó y un momento después se produjo una tremenda explosión, que sacudió los muros de la Basílica: había estallado una bomba a los pies mismos de la imagen milagrosa.
Pues bien, la bomba estalló y dobló un crucifijo. Era una bomba de escasa potencia. Y hay algo que no se comenta. Los obreros se echaron encima del individuo antes de que arrojara la bomba; con lo cual ésta estalló a bastantes metros de donde se encontraba la virgen, que a su vez estaba protegida por un cristal. Es lógico que no sufriera daños, salvo los ocasionados por las ondas expansivas, que desplazaron el cuadro.
Posteriormente, para darle más veracidad milagrosa al asunto, se inventó que los obreros eran en realidad soldados disfrazados. Cosa incierta.
La devoción católica es tal que por mucho que desmontara la inexistencia de otros atentados, siempre habría quien buscase milagros donde no existen los prodigios.
¿Por qué no mencionas los estudios que la NASA ha hecho del ayate?
Muy sencillo, porque tales estudios nunca existieron. La NASA se encarga de astrofísica, no de comprobar la veracidad de los milagros.
El bulo de la NASA ni se sabe de dónde salió. Pero cuando se le preguntó a Shulenburg, el que fuera abad durante 33 años, éste afirmó categóricamente que “el ayate jamás estuvo a disposición de la NASA”. ¿Quién sabrá mejor lo que ocurrió? ¿Unos feligreses esotéricos o los guardianes del manto?
Además, si el manto hubiera sido examinado por unos científicos serios habrían descubierto las pruebas que mencioné en mi primer artículo, los repintados, las posteriores restauraciones, la composición de cáñamo, los pigmentos nada celestiales…
¿Por qué no se menciona que la temperatura habitual del ayate es de 36 grados?
Porque es otro de esos chismes que se afirma fue comprobado por la NASA. Si hace una búsqueda por Internet verá que siempre se categoriza que “cuando se toma la temperatura…” Veamos, ¿quién la toma? No me hablen en genérico. ¿Quién ha tomado la temperatura del manto? ¿Es alguien imparcial? ¿Hay alguna universidad de ciencias que pueda corroborarlo?
Hagamos una cosa. Que los responsables de la basílica me inviten a comprobarlo. Voy allí con un termómetro, exponemos el manto al exterior, y tomamos mediciones ante algunas cámaras de televisión. ¿Alguien se atreve?
¿Qué pasa con las diminutas imágenes que se han encontrado en los ojos de la virgen, cuando se comprobaron con un microscopio? Se dice que el Dr. Aste agrandó la imagen de la pupila del ojo derecho e izquierdo en forma digitalizada, y que descubrió doce personas que están siendo observadas por los ojos de la Imagen de la Virgen de Guadalupe. Pero allí no termina la sorpresa, ya que al agrandar la pupila del Obispo Juan de Zumarraga otras mil veces más, o sea un milímetro de la imagen, se agranda primero 2.500 veces y luego la pupila del obispo 1.000 veces más y allí aparece nuevamente la imagen del indio Juan Diego mostrando la Tilma con la Imagen de la Virgen de Guadalupe, retratada en los ojos del obispo. Es decir, que esta imagen se observa en el tamaño de un cuarto de micrón, que es la cuarta parte de un millonésimo de milímetro.
La estulticia no tiene límites. Le diré algo al artífice de esta pregunta. Siento contradecirle, pero no existe actualmente ningún microscopio que sea capaz de ampliar una y otra vez una imagen hasta alcanzar las resoluciones que usted nos cita. Una cuarta parte de un millonésimo de milímetro es lo que usted menciona. Válgame Dios, la desvergüenza de quienes creen en estas fábulas aplicando tecnicismos que no tienen parangón.
Como bien dije al comienzo, es una pena que los mexicanos creyentes dejarán en el olvido a los dioses toltecas y aztecas, más acordes con la realidad de un pueblo del que pocos se acuerdan. Sin embargo, aquellos conquistadores que quisieron adoctrinar a los indios, han triunfado. Y poco más se puede decir a su legión de fanáticos a los que, por muchas pruebas que se les presente, seguirán creyendo en los milagros, porque estos no tienen por qué demostrarse. Forman parte de la doctrina de la fe.
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