Este microrelato fue presentado a concurso en el 2009, en la localidad de Sant Climent de Llobregat, lugar donde resido. El jurado del Ayuntamiento tuvo a bien considerarlo entre los finalistas, aunque no se llevó el premio. El mismo será incluido en un libro con todos los relatos que se presentaron a concurso.
El microrelato, basado en hechos reales, fue originalmente escrito en catalán, aunque también redacté una versión en español. Publico más abajo ambas versiones para aquellas personas que sean bilingües y puedan entenderlo en su lengua original.
Versión en español
Sant Climent de Llobregat, pueblo que guarda secretos inconfesables. Durante la Edad Media, esta población fue tan importante que Viladecans dependía de ella como parroquia, estando bajo el amparo y la jurisdicción del castillo de Eramprunyà. En realidad somos descendientes de piratas sarracenos, conservando en nuestro escudo un ancla de orígenes marineros.
La historia afirma que en el año 957, el castillo de Eramprunyà defendía y controlaba la ocupación de un territorio que era la frontera entre los cristianos y los aljamas (yama’ al-yahud); así llamados el conjunto de judíos y moros.
Un anciano del lugar ya fallecido, Miquel, me comentó que allí fue donde algunos autóctonos encontraron un tesoro, lo que convirtió a muchos vecinos en ricos de la noche a la mañana.
Así que una tarde de primavera encaminé mis pasos hacia Bruguers, pasando por la roca Foradada, serpenteando el camino GR-92, hasta llegar al castillo de Eramprunyà, la ermita románica de Sant Miquel y las tumbas que lo rodean.
Ese día descubrí el manuscrito de los Marc, una familia de caballeros y poetas, que vivieron hasta el siglo XVI, junto a una cruz de hierro que asoma en un risco y que apunta en dirección hacia la cueva de la Mare de Déu Bruguers. El códice de piel curtida de oveja relataba la historia de los Marc.
Fue en 1323, cuando Pere Marc I compraría el señorío de Eramprunyà. En 1375, según este relato, Jaume Marc II, fue el encargado de la imagen gótica de la virgen de Bruguers. Y en 1469, cuando el rey de Aragón, Juan II, asedia el castillo, el hijo de Ausiás decide ocultar el tesoro arrancado a los piratas sarracenos en una de las tumbas de la fortificación.
Y entendí lo que Miquel me contó, que algunos nativos de Sant Climent de Llobregat, encontraron parte de ese tesoro. Y la leyenda dejó de ser leyenda.
Versión en catalán
Sant Climent de Llobregat, poble que guarda secrets inconfessables. Durant l’Edat Mitja, aquesta població va ser tan important que Viladecans depenia d’ella com a parròquia, estant sota l’empara i la jurisdicció del castell d’Eramprunyà. En realitat som descendents de pirates sarrains, conservant en el nostre escut un ancora d’orígens mariners.
La història afirma que en l’any 957, el castell d’Eramprunyà defensava i controlava l’ocupació d’un territori que era la frontera entre els cristians i els aljamas (yama’ al-yahud), així anomenats el conjunt de jueus i moros.
Un vell del lloc ja mort, Miquel, em va comentar que allí va ser on alguns autòctons van trobar un tresor, la qual cosa va convertir a molts veïns en rics de la nit al matí. Així que una tarda de primavera vaig encaminar els meus passos cap a Bruguers, passant per la roca Foradada, ballant pel camí GR-92, fins a arribar al castell d’Eramprunyà, l’ermita románica de Sant Miquel i les tombes que l’envolten.
Aquest dia vaig descobrir el manuscrit dels Marc (una família de cavallers i poetes, que van viure fins al segle XVI), al costat d’una creu de ferro que es deixa veure en un escarpat i que apunta cap a la cova de la Mare de Déu Bruguers. El còdex de pell curtida d’ovella relatava la història dels Marc.
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Va ser en 1323, quan Pere Marc I compraria el señorío d’Eramprunyà. En 1375, segons aquest relat, Jaume Marc II, va ser l’encarregat de la imatge gòtica de la verge de Bruguers. I en 1469, quan el rei d’Aragó, Juan II, asedia el castell, el fill d’Ausiás decideix ocultar el tresor arrencat als pirates sarrains en una de les tombes de la fortificació.
I vaig entendre el que Miquel em va contar, que alguns ciutadans de Sant Climent de Llobregat, van trobar part d’aquest tresor. I la llegenda va deixar de ser llegenda.
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