Dicen que el Tassili se encuentra a medio camino entre el infierno y el paraíso. Sus agónicas cuestas y su ambiente desolado contrastan con la aplastante serenidad del desierto. Era ya nuestra tercera expedición a las montañas argelinas, aunque ello no impedía que nos arropásemos con las emociones del primerizo.

Resulta imposible sustraerse a un paisaje que más parece lunar que terrestre. Los tuaregs que nos acompañaban volvían a mostrarse tan silenciosos  como los espacios que tenían ante sus ojos. Como siempre se mostraban acogedores; y con una soltura indiferente e ilimitada como el horizonte y el cielo estrellado que nos protegía cada noche. Pero no eran los únicos con los que compartíamos sentimientos. Al abrigo de cada cueva nos imaginábamos las siluetas invisibles de personajes milenarios que alguna vez poblaron ese territorio, cuando el agua y la vegetación eran tan abundantes como lo es el polvo hoy. Ancestros que pasaron por allí cargados con su herencia cultural, que la enriquecieron a lo largo del camino y que la expandieron al valle del Nilo, donde fueron a parar. Un Egipto que se desarrolló con la mirada puesta en el recuerdo de sus antepasados del Tassili.

¿Egipcios en el Tassili?

El Tassili es un macizo montañoso situado en el centro del Sahara, con una extensión de 800 km. de largo por poco más 60 km. de ancho, que recorre la frontera de Argelia con Libia. «Tassili», en la lengua de los tuaregs, significa «meseta de los ríos». De hecho, gran parte del Tassili se encuentra atravesada por wadis, ríos secos que recorren el territorio, dándonos una idea clara de lo que fue aquella inmensidad en tiempos remotos.

El Parque Natural, galardonado como Patrimonio de la Humanidad desde 1982 por la Unesco, está considerado como “la capilla sixtina del arte rupestre”. Están catalogadas 15.000 pinturas prehistóricas aunque es posible que en su totalidad asciendan a 80.000. En 1956 Henry Lothe dirigió la primera expedición francesa para estudiar las pinturas. Tras tres campañas en las montañas del Tassili publicó un libro en donde refería que, junto a representaciones propias de la cultura aborigen, existían otras pinturas con marcado estilo egipcio. Esta afirmación causó desconcierto en los ambientes académicos,  una polémica que quedó saldada cuando surgió la información de que el dibujo de las “señoritas con cabeza de pájaro y aureus” resultaba ser un fraude, y que debió ser pintado por un miembro de la expedición para gastar una broma. Algo que, por supuesto, afirman estar demostrado.

Nosotros hemos intentado averiguar quién fue el causante de la “broma” y en qué escrito Henry Lothe reconoce el fraude, pero no hemos tenido éxito. Lo que sí hemos constatado es que tal pintura ha sido borrada expresamente para evitar su estudio, por lo que ya hoy no se puede ver. Esta barbarie no es única en el Tassili, ya que una mano invisible también ha picado convenientemente la cabeza del hombre del dibujo denominado “El rapto”; tal vez porque no cuadraba demasiado que un personaje con cabeza redonda estuviera en la misma escena junto a las nativas prehistóricas. De cualquier forma, nosotros hemos encontrado otras muchas pinturas con marcado carácter egipcio.

La Tercera Ruta de Herodoto

Karl W. Butzer, explica que en el Holoceno Temprano, hace 12.000 años, en época posterior al fin de la cuarta glaciación, se dio un aumento de temperaturas en nuestro planeta entre 2,3 y 2,7 grados, produciendo abundantes precipitaciones en zonas del norte de Africa. Ello produjo el asentamiento de tribus en lugares hasta entonces despoblados. El Sahara fue habitable desde el 9000 al 2500 aC. Desde el 2500 aC, la sabana comenzó a transformar el desierto en lo que es ahora, por lo que las poblaciones abandonaron su habitad y el Tassili sólo albergó a ciertas tribus de nómadas y a los viajeros que atravesaban de lado a lado el continente.

Según Herodoto las vías de comunicación de la época prehistórica africana fueron tres, y todas ellas terminaban en Abydos, la ciudad santa del Nilo. La primera comunicaba la Gran Sirte con las islas del Egeo. La segunda, o ruta del atlas, entre el Asia Menor y las altas mesetas de Numidia y Mauritania, yendo hasta las columnas de Hércules. La tercera, y más antigua, fue la ruta tropical, entre el Ponant (poniente) y Egipto (oriente).

La condesa Marcelle Weissen-Szumlanska, geóloga, botánica, etnóloga y arqueóloga, que participó en excavaciones en Numidia, se propuso investigar la veracidad de la tercera ruta marcada por Herodoto, para lo que organizó una expedición que recorrería aquellos caminos milenarios, siguiendo los restos dejados en forma de pinturas, relieves y asentamientos.

Por esta ruta transcontinental, entre los paralelos 25 y 28, se encaminaron antaño los futuros pobladores del Nilo. Así fue consignado en las losas de roca consagradas a esos portadores de “todos los conocimientos necesarios para el desarrollo de una civilización”. Esta ruta fue llamada “la ruta de los grandes nómadas”; pero también en Egipto aparecen inscripciones que la denominan “camino de los muertos”, debido a que marcaba el lugar de enterramiento de sus antepasados.

Weissen-Szumlanska descubrió que el cabo Soloeris, mencionado por Herodoto, se correspondía con el actual cabo Yubi, situado en la costa atlántica de Marruecos, frente a las islas Canarias, que en tiempos del historiador griego se correspondía con en “el punto más avanzado de Libia”. Desde allí comenzó su periplo para encontrar y recorrer el tramo de la Vía Imperial entre occidente y Egipto. Los asentamientos de los antiguos pobladores la condujeron hacia el sur de Argelia, recorriendo las pistas del Hoggar, cruzando el Tassili, y enlazando con los oasis milenarios de Merzug, Cufra, Dakhel y Kargueh, hasta llegar tan solo a 3 km. de la ciudad santa de Abydos.

El origen de Egipto

Las crónicas prefaraónicas, los comentarios de Manethon, los relatos de Herodoto y hasta las primeras líneas de La Odisea, nos hablan de una gran comarca desaparecida “en el otro extremo de Libia, allá donde se pone el sol”. Si hay algo mítico en el reinado terrestre de Osiris es que tuvo lugar en otra parte, en el Primer País, en el “Amenti”, la montaña de occidente, morada feliz entre todas las moradas. Los antiguos egipcios no dejaron de pensar en ese “Primer País”, de añorarlo, de desear volver a él. Fue un deseo alimentado por todos los egipcios e inscrito en un rollo de papiro, más o menos importante, depositado sobre el pecho de las momias.

Para Albert Slosman, doctor en matemáticas y en informática y colaborador de la NASA en los proyectos Pioneer sobre Júpiter y Saturno, la palabra “Amenti” provenía de los vocablos egipcios AHA-MEN-PTAH, cuya traducción sería «primer corazón de Ptah o corazón primogénito de Ptah», siendo Ptah el dios principal. Los nuevos pobladores que llegaron a Egipto, desde occidente, llamaron a esta nueva tierra ATH-KA-PTAH, que significa el «segundo corazón de Ptah», y que los griegos fonetizaron en la palabra Ae-gy-ptos. Por ello la palabra EGIPTO sería el nuevo nombre del país primigenio.

Este origen de Egipto, alejado de las riberas del Nilo, podría considerarse mitológico, si no existieran pruebas documentales que avalaran tal afirmación. Según J.B. Bourguignat, en la antigua Numidia, en las zonas arqueológicas de Bou-Noura, de Sigus, de Bou-Merzug, y junto a algunos dólmenes, se encontraron gran cantidad de tumbas más pequeñas. Los antropólogos identificaron los esqueletos como pertenecientes a egipcios de las primeras dinastías. Existen asentamientos, como las estaciones neolíticas de Merimde y de Meadi, cuyo estudio certifica que tales asentamientos del Alto Egipto son anteriores a la época dinástica. Numerosos autores, como los egiptólogos Evers, Dümichen y H. Brugsch, afirman que las concepciones, y los conocimientos primigenios del pueblo egipcio, se debían a una “invasión” de Egipto por pueblos provenientes del sur. Lo que nos indicaría que los aportes vinieron en primer lugar del sur, o más bien del sudoeste, por el camino señalado por Herodoto y llamado todavía hoy “Ruta de los grandes nómadas”.

Los investigadores Wilkinson y Zitman abogan por una reinterpretación radical de los orígenes del antiguo Egipto. Para Wilkinson, las pinturas rupestres en el sur de Egipto proporcionan la prueba de que es allí donde debemos buscar la «Génesis de los faraones» (el título de su libro).

Los Shemsu Hor

Kurt Sethe, en “Beiträge zur ältesten Geschichte Ägyptens” escribió que en el proto-Egipto se registró la llegada, en pequeños grupos, de quienes se conocen como los “Servidores de Horus”. La Piedra de Palermo, que tiene grabados un conjunto de acontecimientos desde la época predinástica hasta la dinastía V de Egipto, nos informa de esos reinados de los Shemsu Hor, anteriores al Egipto histórico. En el Libro de los Muertos se hace una alusión a favor del joven Horus, el retoño rojo, después de la muerte de su padre, con posterioridad a la llegada al Valle del Nilo “de los grandes jefes divinos del horizonte del oeste por los caminos de los muertos, luego de la noche trágica de los que ya no son…”.

Ese trasvase de gentes y conocimientos ya se producía milenios antes del primer monarca de la primera dinastía. En algunos emplazamientos prehistóricos, tales como los de Tasa, de Heluan, en el Bajo Egipto, de Merimde-Beni-Salamé, los estudios arqueológicos efectuados indican ciertas fechas que ascenderían alrededor de doce milenios. Los nuevos pobladores adaptaron el territorio nilótico construyendo diques, canales y embalses para regular las crecidas del río. Drioton asegura que esta ingeniería pétrea fue realizada en tiempos prehistóricos, mucho antes del nacimiento del Egipto faraónico que conocemos. Esa cabeza de maza del rey Escorpión, del Ashmolean Museum, o el bastón que alza Narmer, podrían simbolizar el trabajo de abrir canales para irrigar las tierras.

La Dinastía 0 de gobernantes egipcios fue durante muchos años desestimada por los egiptólogos, siendo sólo reconocida a partir de las excavaciones de Emile Amelineau y Flinders Petrie en el cementerio de Umm el-Qaab (Abidos), entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, y también por las excavaciones de James Edward Quibell en Nejen (Hieracómpolis). Estos gobernantes son blanco continuo de debate, relativo a la extensión de sus reinos en época tan antigua de la historia de las civilizaciones humanas. En este periodo surgen las primeras auténticas ciudades, tales como Tinis en Abidos, Nubet en Ombos, Nejeb en Eileithyaspolis, Nejen en Hieracómpolis, Per-Montu en Hermontis, Uetyeset-Heru en Edfu, y Ab en Elefantina.

La conexión canaria

En la región de Eyzies, donde se encontraron los primeros esqueletos de los llamados Cromañón, los ejemplos más antiguos de los Homo Sapiens, los constructores de una vía férrea derribaron la pared de una gruta en cuyo fondo se hallaba un esqueleto fósil humano, de aproximadamente 1,90 metros, cubierto de ocre rojo. Este rito de cubrir los cuerpos de rojo no es exclusivo de los cromañones, sino que tal práctica también era común en Egipto. Los grandes sacerdotes del Nuevo Imperio – que ya no aplicaban el ocre rojo en su vida ordinaria – se pintaban para las ceremonias, los oficios populares, durante los días festivos. Herodoto, cuando se refiere a las poblaciones más occidentales de libia, asegura: “Los maxyes autóctonos se pintan el cuerpo con bemellón”. Gracias a los trabajos en momias antiguas del profesor Frédéric Falkenburger, de la universidad de Maguncia, sabemos de la presencia en Egipto de una población de cromañones cercana al 10 % del total. El tipo puro se encuentra hasta después de la Dinastía XX (de Abidos a Denderah) y, esporádicamente, hasta la época moderna (Cairo).

Ya los pioneros de la prehistoria, de Auqtrefages y Hami, insistieron en las analogías que presentaban, con la raza de Cromañón, los individuos descubiertos en las tumbas megalíticas de Roknia, en las alta mesetas de Numidia. Bourguignat los consideraría como antiguos egipcios. Tales resultados indujeron a los antropólogos  a dirigirse cada vez más hacia el oeste, hacia los archipiélagos atlánticos. La identificación con la raza de Cromañón fue confirmada en una misión de cinco años. Verneau estableció, sobre la base de numerosos ejemplos, la enorme capacidad craneana de los guanches, su elevada estatura, y esa deformación postcoronal específicamente cromañoide “que no se debe a una deformación ritual (como en los semitas) sino que se encuentra siempre en un punto preciso y entre pueblos donde ese rito no existe, especialmente entre los egipcios”.

Por todo ello los investigadores proponen el occidente de Africa como lugar de donde procedían los cromañones que poblaron Egipto, y en concreto de las islas Canarias. El Prof. F. Falkenburger, realizó estudios sobre la craneológica de los antiguos habitantes de las Islas Canarias y sobre la craneología egipcia, comparando 1787 cráneos egipcios desde el predinástico hasta nuestros días. Estos esqueletos pertenecían a la raza de los Cromañón atlánticos, y esta base antigua va disminuyendo hasta desaparecer después de la dinastía XVII, por la aportación del tipo africano-árabe-semítico.

Los vestigios de una conexión de los antiguos canarios con los antiguos egipcios, por la 3ª Ruta de Herodoto (vía el Tassili), se aprecia también en grabados que salpican todos los caminos que recorrieron aquellos emigrantes. En la isla de La Palma se encuentran, grabadas en las rocas, esas famosas espirales de las que aún no se conoce su significado. Tales laberintos circulares los hemos encontrado en las montañas del Tadrart, al sur del Tassili. Pero fue en Egipto donde alcanzó su apogeo esta representación espiral que se elevó hasta concepción de la Unidad-Energía creadora y de su eternidad.

El Dr. Etienne Drioton afirma que los vestigios encontrados en Badari revelan un notable progreso de aquellos pueblos primitivos en lo que a comodidad se refiere. El mobiliario se enriquece con esteras y hasta con camas de madera sobre las que se disponían almohadones de tela o de cuero rellenos de paja. En el Museo Canario abundan esas esteras antiguas de admirable regularidad, y esos trabajos en cuero de cabra: vestidos, envolturas para los muertos, almohadones para los vivos, que no existían en parte alguna en esos tiempos. Esta similitud de objetos demuestra una conexión entre Canarias y Egipto.

En la necrópolis de Beni-Hassan se abre la más vasta de sus cámaras. Mide 15 x 10 metros. Sobre la gran pared del fondo, en ocho líneas de diez metros de largo y cinco de altura, divididas en tramos iguales, están pintadas desde el suelo a la bóveda, representaciones de lucha a mano abierta, entre hombres de auténtico tipo egipcio y otros del más estricto tipo guanche, es decir cromañoide. Son una representación detallada de la “lucha” canaria, vigente todavía durante las fiestas locales. Quienes hayan visto solamente una vez la lucha canaria reconocerán de inmediato los pases bien diferenciados y las peripecias de esos duelos o luchas personales, representadas en más de ciento veinte grupos en los bajorrelieves de Beni-Hassan.

Recuerdos del Tassili

La visita al Tassili constituye un reto. El esfuerzo físico no es tan importante y las cuestas del primer día de ascensión (3 horas) nos conducen a un territorio plano, que no abandonaremos durante toda la expedición. La soledad se acopla como inseparable compañera de viaje. Durante el día, el silencio sólo es transgredido por el permanente chocar de las botas con los guijarros. Los tuaregs, acomodados a ese territorio hostil, nos indican en ocasiones la presencia de un camello, de un chacal o de un carnero en la lejanía. Nosotros sólo podemos divisarlos con los prismáticos. El camino se realiza a marcha lenta, pues en cada recodo aparece alguna pintura que merece su contemplación. Por la noche, el crepitar del fuego se funde con los tambores y los cantos de nuestros guías, hasta que el sueño hace que el campamento quede mudo. Es cuando uno se funde con aquellos antiguos pobladores. Es cuando se intenta comprender su forma de vida y de pensamiento. Ese es el verdadero reto.

Tras muchas jornadas de contemplar miles de pinturas hemos llegado a la conclusión de que aquellos artistas no buscaban el mero motivo ornamental. Los diseños dibujados en las corcovas pétreas, con todo tipo de escrituras y representaciones, obedecía a otros motivos alejados de la pura decoración. Pudimos observar señales de aviso, como dibujos que avisaban de la presencia de cocodrilos. Logramos establecer lugares que indudablemente eran de culto, pues su ubicación se correspondía con fantásticos oteros desde donde se divisaba un paisaje privilegiado. La ubicación de grandes monolitos de piedra a modo de templos, alejados de cualquier ruta transitable, en donde estaban dibujados grandes sacerdotes y sacerdotisas en actitud de celebración de liturgias insospechadas, no daba lugar a dudas. Estamos convencidos que, junto a muchos garabatos realizados posiblemente para matar el tiempo, existen pinturas con un carácter mágico. Las escenas de animales, realizadas en lugares buscados y concretos, tenían como misión propiciar la caza, así como las escenas de batallas buscaban algún tipo de protección.

Wim Zitman, ha identificado una connotación astronómica a algunas pinturas. Concretamente, centra su atención en el llamado «nadador», representado en Ti-n-Tazarift, y sostiene que ésta es, de hecho, la representación de una constelación. Asimismo, aboga por una relación entre las pinturas rupestres del Tassili y el origen de la civilización egipcia, preguntándose si los chamanes del Tassili tal vez no hayan sido los «Seguidores de Horus».

En las grandes “plazas”, como en Sefar, aparece la famosa imagen del “dios Orantes”, como si aquella roca fuese el escenario de un gran teatro, en donde alguna vez se corrió el telón para que esas imágenes fueran contempladas por todos los que llenaban el recinto que lo rodea. Sir-Wallis Budge fue uno de los primeros en identificar que los antiguos egipcios eran los herederos de la tradición chamánica de África, algo en lo que estuvieron de acuerdo Wilkinson y McKenna.

Junto a pinturas de claro significado realista existen otras más abstractas, en donde el artista quiso posiblemente reflejar un mundo onírico o de clara influencia transcendental. El viaje del alma tras la muerte, ayudada por espíritus de otra dimensión, está representado en formas estilizadas precursoras de la misma simbología religiosa que hemos observado en más de ochenta viajes a Egipto. Aparecen como en una especie de mezcla entre misteriosos ritos y sesiones de espiritualidad con posible presencia de alucinógenos.

Terence McKenna cree que los cabezas redondas fueron de otro mundo, no en el sentido de extraterrestre, pero sí en el sentido de otra dimensión. En su opinión, algunas pinturas reflejan los efectos producidos por la ingestión de setas alucinógenas. Algunas de ellas parecen verse representadas por sí solas, y en ocasiones, se entreven junto a individuos que las portan en las manos, como encontramos en Matalen-Amazar y Ti-n-Tazarift. El hecho de que, algunas pinturas, reflejen la presencia de chamanes, se sustenta por la presencia de máscaras, de manos levantadas en señal de protección y de todo un arsenal de artefactos de claro servicio litúrgico.

Misterios del Tassili

Las pinturas del Tassili revelan misterios evidentes. La fidelidad de sus trazos no ofrece terreno a las dudas. Los dibujos realizados tan minuciosamente reflejan, como si de una fotografía se tratara, detalles que desconciertan. La primera vez que Lhote llegó a la región de Jabbaren, cuyo significado en tuareg es «los gigantes», se encuentró con que las paredes reflejaban a sus antiguos pobladores junto a unos enigmáticos «cabezas redondas», una suerte de personajes extraños, cuya imagen siempre se representa con una especie de máscara o escafandra (pues a veces se personifican con tubos a la espalda o que parten de sus bocas) y sólo cuatro dedos en sus manos. Cuando le preguntamos a los guías tuaregs sobre el significado de estos gigantes nos explicaron cómo cuando construían sus casas de adobe y barro en el oasis de Djanet, la capital del territorio tuareg, desenterraron huesos humanos de individuos que superaban los dos y los tres metros de altura. Evidentemente, ningún tuareg quiere indicar en qué fosa colectiva enterraron los huesos de estos gigantes.

Tassili-Egipto

Algunos símbolos que aparecen junto a los dibujos se asemejan demasiado a las «palabras de los dioses», como así llamaban los egipcios a su escritura. Hay que tener en cuenta que en Egipto, el lenguaje escrito más antiguo se realizaba por ideogramas, dibujos que daban la idea de lo que realmente representaban. Veamos algunos de estos símbolos. La representación de las casas de aquellos primeros pobladores del Tassili se manifestaba en forma de cartuchos contenedores, donde incluso se aprecian personas en los mismos. El determinativo de «faraón» en el egipcio clásico es un cartucho, un contenedor del nombre del legítimo heredero de los dioses. Por tanto, ¿cabría traducirlo como «casas de los dioses»?

En los personajes denominados «cabezas redondas» se aprecia una especie de máscara con unos símbolos. El emblema del círculo en forma de ojo, se traduce en los jeroglíficos como «sol» o «luz». Y las insignias que se repiten en esas escafandras, máscaras o lo que sea, se traducen como «ciudad de Egipto». Otro determinativo genérico. La figura del «Gran Dios Marciano» porta uno de esos cascos con el símbolo egipcio del «sol» en forma de ojo.

Lo que para unos son medusas, y para otros son naves celestes, parecería ser una combinación de jeroglíficos. Involucra a la palabra «casa» y el determinativo «correr». En consecuencia, estaríamos hablando de casas que corren. Un complicado rompecabezas para lo que no tenemos respuesta.

Otro personaje parece transportar una cometa. En la simbología egipcia sería el «shenu», el halo protector de los dioses en el antiguo Egipto.

La cazadora con cuernos del Tassili, la figura que lo rememora, recuerda extrañamente a las damas blancas de Damaraland, en Namibia. Pero es que el llamado Proyecto Djehuty de la Universidad de Sevilla desenterró recientemente un sarcófago antropomorfo, al que llamaron la Dama Blanca, por su similitud con este tipo de figuras. Se expone en el Museo Luxor.

La silueta de un ser que flota ingrávido en un parapeto del Tassili, arrastrando a una persona, también tiene un significado en los determinativos del egipcio clásico. Encarna a la muerte. Por ende, la escena nos habla del tránsito hacia la otra vida.

Un icono en el Tassili muestra otro símbolo reconocible en los fonogramas unilaterales del alfabeto egipcio, la placenta, traducido como la letra J.

Un tipo de lengua anterior al bereber y el tuareg rellena multitud de rocas. Una lengua que hoy en día nadie sabe interpretar, y que a simple vista, puede parecer el preludio de la compleja escritura artística que florecería en Egipto.

Se supone que los hicsos aparecieron en el siglo XVII A.C. Introdujeron el arco compuesto, las armaduras de escamas de bronce, las dagas y los carros de guerra, desconocidas por los egipcios. Pues bien, los moradores del Tassili se dibujaban con estos arcos y unas extrañas vestimentas muy ceñidas con escamas. Y cómo no, surgen las dagas y los carros esporádicamente en las paredes.

Tenemos que reconstruir la historia

Poco después de terminar nuestro artículo, y para ser críticos con nosotros mismos, fuimos a ver a un grupo de reputados arqueólogos a un importante museo egipcio de nuestro país, del que no podemos dar pistas, pues no querían aparecer mencionados en una revista no catalogada como académica.

Cuando vieron los nuestro escrito afirmaban entre otras cosas, que desconocían los dibujos de las señoras con cabeza de pájaro y aureus. También se mostraban sorprendidos cuando afirmábamos que en el 7.000 aC hubo marineros. Desconocían la existencia de una tercera ruta entre Ponant  y Egipto. ¿De dónde habíamos obtenido esa información a la que ellos no tenían acceso?

Nos discutieron la traducción literal de AHA-MEN-PTAH que, según una egiptóloga de las presentes, se debería traducir correctamente como «La lucha de Ptah permanece».

Ante la involución manifiesta de las pirámides se quedaron sorprendidos. Según ellos, no hubo involución, sino evolución. El deterioro de pirámides de las últimas dinastías se debe al factor de saqueo del hombre. Aunque cuando se les menciona la existencia de agujeros de brocas de 12 centímetros y 40 de profundidad, junto a la Gran Pirámide, no saben dar respuesta. Como tampoco pueden decir nada del obelisco inacabado de Assuán, con 1.200 toneladas de peso y 42 metros de largo. Su explicación es que la roca se excavó con dolorita.

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Más desconciertos. ¿De dónde habíamos sacado la información de que los seguidores de Horus se distinguían por una cicatriz en las mejillas? ¿Por qué afirmábamos que las momias están teñidas de ocre para buscar esa supuesta conexión canaria? ¿Hay una diferencia entre razas en las pintadas de Beni-Hassan?

Afirmar que las pinturas del Tassili relacionadas con carros egipcios tienen 6.000 años de antigüedad también les extrañó. Según su experiencia, la proximidad de pinturas de bóvidos con otras, no significa necesariamente que tengan la misma datación.

En lo que sí estábamos de acuerdo todos en que Herodoto no es una fuente fiable ya y que en algún momento se deberá revisar la historia. El problema es ver cómo se hace y quién da el paso. «En algún momento tendremos que revisar la historia –intercedió la egiptóloga-, pero (risas) no sabemos si lo haremos basándonos en teorías como las vuestras o no, aunque lleváis mucha razón«.

Sobre las fuentes tomadas para este artículo, esa es otra historia que prometemos desvelar pronto, por lo que, por lo visto, a la arqueología moderna le faltan muchos datos que no han contrastado por no prestar atención a las nuevas formas de investigación, provenientes de entusiastas o periodistas como nosotros.

Escrito por Carlos Mesa y Manuel Delgado

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