31 de diciembre del año 1999. Me encuentro en la meseta de Gizah. Son las 22:30 horas y estoy esperando el comienzo del concierto de Jean Michel Jarre. Mi recuerdo de esta ópera electrónica llamado “Los doce sueños del sol” es inolvidable. Serán doce horas de espectáculo para celebrar la llegada del año 2000 y la 7.000, aproximadamente, de la era faraónica.
Al día siguiente tengo que volver a Madrid por culpa de unas elevadas fiebres. No quisiera acabar en un hospital egipcio. Sólo me afirmaré en que, aunque de esta guisa, el viaje mereció la pena. Eso sí, antes de partir compro una réplica a escala de la Piedra Rosetta, y que formará parte de mi colección arqueológica.
La Piedra Rosetta es una piedra de color oscuro, que fue encontrada en 1799 cerca de Rashid (Egipto) durante la ocupación francesa y que daría la clave a los científicos para interpretar la escritura jeroglífica egipcia.
Lo curioso de esta piedra es que se encuentra dividida en tres franjas horizontales, con un mismo texto en diferentes idiomas. Así, en la parte superior el texto estaba escrito en jeroglífico, en la intermedia en egipcio demótico y en la inferior en griego copto. Esta piedra de granito negro contiene noventa y dos renglones, de los cuales los catorce primeros escritos son signos jeroglíficos, los siguientes 32 son caracteres demóticos, y los últimos 56 están en griego. Mide más de un metro de alto, con 72 centímetros de ancho y 27 de grosor; pesando 760 kilos.
Esta característica fue la que hizo posible al científico inglés Thomas Young (1773-1829) ir relacionando símbolos y signos de los textos grabados en la piedra y crear una correspondencia entre ellos, labor que culminaría mucho más tarde el famoso egiptólogo francés Jean-François Champollion (1790-1832).
Según se lee, la piedra fue encontrada en Rosetta, cerca de Rashid, por el mencionado oficial francés Bouchard Pierre, perteneciente al cuerpo de ingenieros que formaba parte de la Campaña de Napoleón Bonaparte contra los británicos en Egipto. Este oficial realizaba un trabajo de rutina y al observar un muro que estaban demoliendo, le llamó la atención una piedra negra con inscripciones en tres diferentes escrituras, avisando de inmediato a su jefe. La piedra se enviará a Alejandría.
Champolion, gracias a su hermano, consigue una copia de las inscripciones de la piedra Rosetta. Comprendiendo que el descifrado de esta lengua olvidada por siglos pasaba por el estudio de las lenguas más próximas, se va a París en 1808 para estudiar, entre otras, el copto y el etíope.
En 1808 descubre el principio de la agrupación de los signos. Empieza a trabajar entonces sobre las analogías halladas con uno de los dialectos coptos: la ausencia de vocales en la escritura egipcia. En 1810 expone la idea de que los signos pueden ser ideogramas (expresando una idea) o fonogramas (expresando un sonido). En 1812 establece una cronología de escrituras: la escritura hierática era una versión simplificada y posterior a la jeroglífica.
A partir de 1821 comienza a descifrar los jeroglíficos. Como conservador oficial de las colecciones egipcias del Museo del Louvre, logra convencer a Carlos X de Francia para que compre una colección de antigüedades a Bernardino Trovetti, el cónsul de Francia en Egipto. Es más, lo que quizás muchos no sepan es que también compró el obelisco de Luxor que se erige en la Plaza de la Concordia, en París, delante de la actual noria.
Desde 1828 a 1830 realiza diversos viajes a Egipto, financiados por Carlos X de Francia y el Gran Duque de Toscaza, Leopoldo II. Allí descubrirá la Estela de Canopus, vivirá en la tumba de Ramsés IV, y se llevará consigo dos bajorrelieves de la tumba de Sethy I.
Champolion muere el 4 de marzo de 1832, después de un ataque de apoplejía, y dejando sentadas las bases de la egiptología.
Respecto a la Piedra Rosetta, la que dio comienzo a todo, baste decir que iba a ser transportada a Francia por los miembros del Instituto de Egipto en el 1800. Los ejércitos ingleses, que habían desembarcado en la primavera de 1801, la confiscaron pese a las enardecidas protestas de Étienne Geoffroy Saint-Hilaire, el naturalista francés, ante el general británico Hutchinson. La piedra de Rosetta se exhibe en el Museo Británico de Londres desde 1802. Y nunca ha salido de allí, con excepción del año 1972 para la conmemoración de los 150 años de los jeroglíficos, donde estuvo expuesta en el Louvre.
¿Pero qué dice en sí la tan apreciada piedra? Narra una sentencia de Ptolomeo V, describiendo varios impuestos que había revocado, ordenando además que la estela se erigiese y que el decreto fuese publicado en el lenguaje de los dioses (jeroglíficos) y en la escritura de la gente (demótica).
La traducción a nuestro idioma sería la siguiente:
Bajo el reinado del joven, que recibió la soberanía de su padre, señor de las insignias reales, cubierto de gloria, el instaurador del orden en Egipto, piadoso hacia los dioses, superior a sus enemigos, que ha restablecido la vida de los hombres, Señor de la Fiesta de los Treinta Años, igual que Hefaistos el Grande, un rey como el Sol, gran rey sobre el Alto y el Bajo País, descendiente de los dioses Filopáteres, a quien Hefaistos ha dado aprobación, a quien el Sol le ha dado la victoria, la imagen viva de Zeus, hijo del Sol, Ptolomeo, viviendo por siempre, amado de Ptah. En el año noveno, cuando Aetos, hijo de Aetos, era sacerdote de Alejandro y de los dioses Soteres, de los dioses Adelfas, y de los dioses Evergetes, y de los dioses Filopáteres, y del dios Epífanes Eucharistos, siendo Pyrrha, hija de Filinos, athlófora de Berenice Evergetes; siendo Aria, hija de Diógenes, canéfora de Arsínoe Filadelfo; siendo Irene, hija de Ptolomeo, sacerdotisa de Arsínoe Filopátor, en el (día) cuarto del mes Xandikos (o el 18 de Mejir de los egipcios).
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