La creencia en la Tierra hueca o creencia intraterrestre es una afirmación de que dentro del planeta Tierra hay otro mundo muy parecido a la superficie. Donde existen civilizaciones subterráneas de seres llamados «intraterrestres».
La creencia en la Tierra hueca fue creada por Athanasius Kircher en 1665, con su obra Mundus subterraneus, quo universae denique naturae divitiae, si bien se considera a uno de sus primeros promotores modernos al escritor italiano F. Amadeo Giannini, quien en 1958 publicó Physical Continuity of the Universe and Worlds Beyond the Poles: a Condensation (‘La continuidad física del universo y los mundos más allá de los polos: un resumen’), en que afirmaba que en febrero de 1947, el aviador estadounidense Richard E. Byrd (1888-1957) había intentado ser el primer humano en llegar al polo norte. Según Giannini, Byrd primero vio un mamut lanudo vivo cerca del polo norte, a plena luz del sol. Después ingresó con su avión unas 2300 millas a través de una entrada hacia el centro de la Tierra. Allí tuvo un encuentro con un humanoide de otro mundo, que advirtió a la humanidad que buscaran la paz y no la guerra. Según Giannini, Richard E. Byrd había escrito todo esto en un diario secreto.
Estas afirmaciones de Giannini contienen varias contradicciones:
En febrero de 1947, Richard Byrd no se encontraba en el polo norte, sino que estaba llevando a cabo la muy publicitada Operación Highjump en la Antártida, y por lo tanto, se encontraba en el punto más lejano posible del polo norte.
La Operación Highjump, cuya denominación oficial era The United States Navy Antarctic Developments Program, 1946-47 o Programa de Desarrollos Antárticos de la Armada de los Estados Unidos, consistió en un grupo de maniobras militares que tenían por objeto probar equipos militares y tropa en condiciones antárticas. La operación fue organizada por el contraalmirante Richard E. Byrd, de la Armada de los Estados Unidos, y tendría continuidad un año después con la Operación Windmill.
Los objetivos de esta operación consistían en entrenar al personal y probar material en condiciones de frío extremo, consolidar y extender la soberanía estadounidense sobre la mayor área posible del continente antártico y determinar la viabilidad de establecer y mantener bases en la Antártida, e investigar posibles ubicaciones para las mismas.
La magnitud del esfuerzo aeronaval y los rumores sobre algunos de los objetivos de la misión, que la relacionaban con la expedición antártica alemana de 1938 y los ovnis nazis, han propiciado el desarrollo de un conjunto de teorías conspirativas de corte ufológico y neonazi. Algunos autores como Ladislao Szabo, Michael X. Barton4 y Ernst Zündel, presentan la Operación Highjump como la mayor ofensiva militar llevada a cabo por Estados Unidos contra una supuesta base militar del Tercer Reich en la Antártida en 1947. Por supuesto, todo esto forma parte del folklore, ya que no se ha podido demostrar nada.
Otro problema es que en febrero en el Ártico es invierno y por lo tanto la luz del sol no llega al polo norte ―es noche cerrada durante seis meses, entre el 21 de septiembre y el 21 de marzo― por lo que habría sido imposible que Byrd viera algo, como un mamut lanudo, desde el aire.
El monólogo del humanoide que le dio consejos a la humanidad proviene directamente de la película Lost Horizon (1937).
En 1996 se descubrió el diario de Richard E. Byrd, donde se demostró que su vuelo sobre el polo norte ―que sucedió el 9 de mayo de 1926 (veinte años antes de lo que calculó el italiano Giannini)― había sido un engaño, que no había recorrido los 2189 km necesarios para ir y volver desde el polo norte sino 1750 km (el 80 % del trayecto), y salió a la luz la confesión del piloto de Byrd, que afirmó que Byrd le había ordenado que fuera y viniera varias veces para no alejarse demasiado de la isla de Spitsbergen (desde donde habían despegado, y adonde retornaron pasadas 15,5 horas).
En los últimos años, han sido los colombianos los que han realizado innumerables expediciones a la Antártida para su estudio. Por supuesto, no los Estados Unidos y la NASA menos, ya que es una agencia espacial, cosa que los conspiranoicos no entienden.
Os adjunto un dibujo transversal de la Tierra que muestra el «Mundo Interior» de Atvatabar, de la novela de ciencia ficción de 1892 de William R. Bradshaw La Diosa de Atvatabar.
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