«No toméis a los judíos y a los cristianos por amigos. Algunos de ellos son amigos de los otros, y quien de vosotros se amista con ellos, ciertamente es de ellos. En verdad, Alá no encamina al pueblo de los inicuos«. (El Corán V-56).
Pero si esto parece poco, vamos a ir mirando algunos pasajes del Corán, igual de interesantes.
«Y combatid en la senda de Alá a los que os combaten a vosotros y no infrinjáis. En verdad Alá no ama a los infractores«. (II-186).
«Y matadlos dondequiera que los encontréis, y echadlos de donde ellos os echaron a vosotros«. (II-187).
«Y matadlos hasta que no haya discordia, y haya la ley de Alá; pero si se abstienen, entonces, no haya enemistad, sino con los inicuos«. (II-189).
«Los que creen combaten en la senda de Alá y los que no creen, combaten en la senda de Tagut. Combatid, pues, a los amigos de Satán». (IV-78).
«Combate a los infieles y a los hipócritas, y ensáñate en ellos. Y su morada será chehennam, y ¡qué mal paradero!» (IX-74).
El Islam debe implantarse por la fuerza, a través de la “jihad” (lucha). El Corán, como tal, está plagado de arriba a abajo de llamadas a la Guerra Santa en contra de los infieles, los incrédulos, los inicuos, los infractores, los amigos de Satán, y todos aquellos que no abracen su religión. Para llegar a esta conclusión no hace falta ser ningún entendido, simplemente hay que limitarse a leer el Corán, interpretándolo en su sentido literal.
Una de las partes más interesantes es aquella que dice que al llegar al Paraíso tendréis “huríes enclaustradas en pabellones”. Las huríes, para quienes no lo sepan, son “mujeres honorables creadas por Dios en el Paraíso para los amigos de Dios, dotadas de inteligencia y razón discursiva, y obedientes a Dios en la vida feliz que han sido creadas”. En definitiva, se les dice a los musulmanes que, aparte de obtener manjares y bebidas en el Paraíso, también obtendrán placeres sexuales por parte de las huríes, al llegar a este peculiar Paraíso, al que se ingresa por la puerta grande en caso de Jihad.
La historia del profeta Mahoma, cuando menos, es singular. El profeta murió aproximadamente en el año 632 según nuestro calendario. Las primeras noticias de su vida fueron redactadas ciento veinte años después por Ibn Ishaq. Sin embargo, el original se perdió y sólo puede ser consultado en su forma revocada por Ibn Hisham, quien murió en 834. Añádase a toda esto el cómo los seguidores del profeta ensamblaron el Corán o cómo quedaron sus aleyas, modificados y codificados por sus discípulos. Este problema se ve acrecentado por la descendencia. Mahoma fue general y político y un padre prolífico, aunque no dejó instrucciones sobre quién debía sucederle. Las disputas sobre el liderazgo comenzaron casi tan pronto como murió, y el Islam tuvo su primer gran cisma, entre suníes y chiítas, incluso antes de establecerse como sistema. Entiéndase que entre ellos también tienen, entonces, sus discrepancias internas.
A todo ello, si entre el pueblo pakistaní y el de la India, ya existen divergencias graves por tratarse de un único país que fue dividido en dos mitades, por razones religiosas entre hindués y musulmanes, ni qué decir tiene que sucede algo parecido entre israelíes y el mundo árabe. Contenciosos donde los fanáticos de siempre se encuentran involucrados.
Justo cuando iba a comenzar a escribir estas líneas, el conflicto entre palestinos e israelíes ha comenzado de nuevo. No creo que vaya más allá de unas escaramuzas, en previsión de una ofensiva mayor. ¿Pero cuándo llegará ésta? Esa es la gran pregunta.
Los judíos, un pueblo acostumbrado a lamentarse de todo, es muy dado a la provocación. Ello me sirvió para ver el mayor desafío planeado por el estado de Israel: la reconstrucción del Templo de Salomón, el lugar que acogió el Arca de la Alianza, símbolo de la unificación de este pueblo semita.
Todo podría parecer de lo más correcto, si no fuera porque las ruinas del Templo de Salomón, donde se tendría que levantar la nueva edificación, se encuentran debajo de la llamada Cúpula de la Roca.
Leamos en la Wikipedia algo más acerca de la Cúpula de la Roca, también llamada en lengua árabe, “Qubbat as-Sajra, un templo islámico situado en Jerusalén, en el centro de la Explanada de las Mezquitas. Fue construido entre los años 687 y 691 por el noveno califa, Abd al-Malik. También se le conoce como la mezquita de Umar (aunque en realidad no es una mezquita al uso) debido a que es el lugar donde el segundo califa Umar rezó tras la conquista de Jerusalén por parte de los musulmanes. Los musulmanes consideran además que éste fue el lugar donde Mahoma subió al cielo”.
O sea, por un lado, tenemos que la Cúpula de la Roca se encuentra en el mismo lugar donde Mahoma fue llevado hasta Alá, acompañado del arcángel Gabriel. Por otro, es el mismo sitio donde estuvo situado el Templo de Salomón, y donde según la tradición judía, Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac, ante los ojos de Dios. El mismo terreno donde Jacob ascendió por su singular escalera hacia el cielo.
¿Alguien se imagina lo que ocurriría si Israel destruyera la Cúpula de la Roca para construir sobre ella el nuevo Templo de Salomón?
Si todavía hay quien alberga dudas, sólo le diré una cosa. La bandera de la organización terrorista Hamas contiene tres colores, cuya izquierda viene precedida de tintes rojos, con un escudo en su interior. Escudo donde se dibuja… ¡la Cúpula de la Roca!
¿Existe mayor afrenta que derribar la Cúpula de la Roca para reconstruir encima un símbolo sionista? ¿Somos capaces de imaginar siquiera lo que ocurriría si se convierte en realidad? Y si te digo a ti, que lees estas líneas, que entre los planes de Israel se encuentra la reconstrucción del Templo de Salomón, ¿qué crees que ocurrirá después?
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